Escribo mientras el micro y otros asuntos se ponen en orden. Realmente, siempre he disfrutado más contarle a las cuartillas.......................
Voces
Cuando el cuerpo está viejo se convierte en oreja. Uno empieza a escucharlo todo cuando se queda solo. La ausencia de voces pone oídos en el cuerpo ¿sabe? Un infarto y eres el primero en enterarte. Próstata inflamada, doctor, si yo le dije… Claro, a veces, falla ¿Osteoporosis? La cadera muda, si hubiera gritado su dolor…Por favor, ¡escúcheme!, ya le digo, ya…
Mi cuerpo entero oía pasar a la vecina del 18, taconeo rítmico, antes de llegar al Honda y arrancar. También aprendí a identificar el ruido de las pantuflas del Toño, viejo cochino, ¿cuándo se las va a quitar? Un día sus hijos se acordarán de él y le van a regalar una bufanda y unas pantuflas nuevas, antes de llevarlo a internar, seguro. No es que uno quiera, señorita, pero la soledad es canija, créame.
Por eso, cuando sonó el portón de la muchachita de los tacones, la del 18. En aquel golpe seco yo supe que había miedo y después vino el grito, oiga que lo tengo aquí, pegado en las orejas, se lo juro y abrí mi persiana, bueno, una rendija, ¿sabe? Pero ella tenía el ojo pegado a mi ventana, el grito ahogado en el cuenco de las manos y que abro mi puerta, ahora no sé por qué y tenía sangre en la blusa, señorita: ¡Lo mataron! ¡Dentro de mi casa, allá! Le pregunté con los ojos, creo, porque tenía la lengua como tronco seco, muerta en el cielo de la boca, muda de verdad. ¡Llame a la policía, señor! ¡Mataron a mi marido!
Y la cara de mi vecina, se tornaba larga, larga, como esa pintura que se llama El Grito o algo así, no sé. Le doy mi palabra que ese pintor le vio la cara al miedo, y le digo Cálmese, señorita, ¿no está lastimada? Espéreme acá. No me tardo, pero era mentira, señorita, que uno no se puede meter, ¿sabe? El gobierno dice que es la droga y los narcos dicen que es la policía, calladito calladito. No, no si no me tardo Y la dejo sentada en el pastito, sin zapatos, con la cinta canela colgando de sus muñecas. De lejos, parecía una marioneta y sentí miedo, se lo juro, un miedo a la calle vacía. ¿Dónde estaban los otros vecinos? ¿Y la reja de la privada? Jesús bendito, ni una gota de humanidad y en pleno mediodía me oscureció la cabeza, se lo digo de verdad. Espéreme, tantito, oiga, ya termino. Pues que cierro mi puerta y me quedo pegado a la madera, como una rama caída o no sé qué, me voy resbalando a pedacitos y me quedo sentado, sin saber qué hacer, temblaba, señorita, no le miento, pasaron como una hora o dos. Debí quedarme dormido, en el abrazo de la madera, cuando escuché la patrulla y el grito de la chica, la viuda, la de los tacones y el Honda, ¿recuerda? El grito haciendo música rara, a capela, junto a la sirena.
Ayer fue todo esto, ¿sabe? Yo no salí, la puerta me hablaba y me gritaba: ¡Cobarde! ¿y si te hubiera pasado a ti? Y yo le explicaba, señorita, desde mi cabeza ¿sabe? Porque a las cosas hay que hablarles con voz silenciosa y no me va a creer, pero no puedo moverme, desde ayer, estoy aquí al pie de la puerta. Estoy sentado en mis orines, ¡la culpa la tiene el Gobierno! ¡…no me cuelgue, señorita, ¿puede llamar a una ambulancia? ¡Señorita! ¡No me deje tirado! ¡No cuelgue, carajo! ¡Arranquen esta puerta de mi espalda! ¡Qué se calle, la maldita!¡Alguien que haga algo por mí!.......
El hombre cree gritar, pero no puede. Nadie lo escucha, los vecinos salen de sus casas, con la cabeza baja, extienden las monedas, compran el periódico. El voceador ha entrado en la privada, debió saltar la reja, a grito pelón: ¡Torturado en Privada del Edén 18! ¡Fotografías del muerto!¡llévelo!¡llévelo!