29 septiembre, 2011

El cien

El número cien de seguidores me ha sorprendido, no porque tenga la certeza de tal lealtad, si no porque el Cien, es Juan Carlos Cuba, con quien crecí en los tiempos del Teatro García Lorca. En los años noventa éramos como veinte personajes de diferentes carreras, estilos y misterios. Algunos como Juan Carlos tenían un repertorio lleno de poesía y profundidad. Otros, como Barbarita poseían matices personales que la harían llegar a Suecia, una psicóloga que luego dio clases de rumba, después hizo trencitas y hoy creo dio el salto a la semilla. Juan Carlos de origen mexicano y establecido en la Habana, con acento incluido y una melena riza que robaba la mirada, una dulzura presa de su novia rubia. Armenia, quien trabajó en lo de bebetecas, en México y ya no sé donde estará. Beatriz, delgadísima muchacha con mucha gracia, cuentera fresca, natural.  Eramos tan jóvenes...
Yo contaba siempre historias terribles. No me gusta tu look, dijo Garzón Céspedes el día que me vio por primera vez. Mayra guardó silencio y yo permanecí desnuda, metafóricamente hablando porque contar a Eliseo Diego, arranca lo superficial.  Con el tiempo, me ha preguntado Mayra por qué aquellos cuentos, mi apariencia era tan frágil, infantil, pero hay cargas personales sin cuerpo y van buscando un proyectil para salir.  REcuerdo todo con alegría y nostalgia, aunque para mí viajar a ensayos o presentaciones era como un viaje interprovincial y peor cuando me acompañaba aquel novio jefecito de retaguardia de la FAR y se metía bajo la camisa una pistola del papá. Era una bestia y dramas, celos en aquella majestuosa escalinata del teatro, al bajar. Lo bueno, es que el tiempo pone cada liendre en su lugar.
El teatro FEderico García Lorca hoy es otro. Sus techos no soportan la filtración, hay puertas que no abren ya. Tiene un aspecto interno sombrío. El taller de Mayra Navarro sigue teniendo muchos alumnos, conserva la modestia, la fuerza y la sala. Con ella aprendí a ser, porque es increíble cuánto se descubre uno en los cuentos que cuenta.

 Garzón nunca me explicó aquello del look, a la larga no importa...

Que hayas tenido buen destino, Juan Carlos, conjuremos el Había una vez, en estos tiempos de silencios avergonzados o de ermitaña condición.

28 septiembre, 2011

Escoge tu casa aquí




Antes no se veían estas colindancias, pero ahora que las hay...  y las rejas...en mi pueblo...

25 septiembre, 2011

Mis indios ¿son los tuyos?

Cuando salió del Perú, Manolo  tenía dieciocho años y sabía tocar un poco la guitarra. Viajó por Roma, Madrid, París y cuando regresó a Roma en una charla de borrachos logro recordar. Los recuerdos hasta ese día se le habían escapado. Huían como un pájaro negro, cargados de oscuridades.

Mientras leía el cuento Dos indios de Bryce Echenique renuncié, como lo hago casi a diario, a echarme a perder el día. Cuando lo leo sé que después de ese instante algo cambiará dentro de mí. Manolo pregunta: ¿Y el Perú?
Nada-respondí- Acabo de salir de allá y no sé nada. A ver si ahora que estoy lejos empiezo a enterarme de algo.
Cuando uno está dentro es como un tubo sordo. Dentro de lo mismo, dentro de las noticias manipuladas, dentro de lo mínimo, dentro de la nada. Afuera, el silencio roto se transforma en alharaca.
Pero Manolo encuentra en un café, a un peruano como él y se movilizan los recuerdos. El hombre tímido, poco agraciado, taciturno respira, se "golpeaba la frente con el puño como golpeamos un radio a ver si suena" y ahora evoca el recuerdo de una mujer a quien le acariciaba con carcajadas. Habla eufórico. Se aproxima, pone la mano siempre distante, ahora viva sobre el hombro de su interlocutor.
Manolo borracho se sacude el silencio de tantos meses,  rumiando soledad. ¿Lo has padecido?
Recuerda, cuando salía del colegio, en su casa era la hora del té y escondía unos trozos de pan con mantequilla para llevarles a los indios, no eran albañiles, de estos se acuerda bien. Los indios no hablaban, escuchaban con interés su universo menudo, de niño amable. "Tenían la ropa vieja y sucia, unas uñas que parecían de cemento y unas manos que parecian de madera". Eran amigos del guardián de la construcción, pegados a la pared, en la absoluta oscuridad acompañaban las tardes soitarias de un niño llamado Manolo. "Al principio eran mis héroes; luego, mis amigos, pero con el tiempo, empezaron a parecerme dos niños". Y el encuentro se dio durante meses, hasta que la familia del chico se mudó.
Y esa noche bajo los efluvios del vino, muchos años después, recordó aquella imagen de la niñez, los indios esperándole. A la mañana siguiente, Manolo decide regresar al Perú, por fin divorciado de su letargo, apartado de la soledad y el silencio, vuelve al ombligo de lo mejor de sí.
He quedado agridulce, meditando. ¿Cuántas puertas de acceso al recuerdo he clausurado al partir? ¿He dejado mis dos indios atrás? ¿el valor para saldar las deudas de gratitud avasalla? o la misma idea de pagar pendientes seduce...

Los textos en negrita corresponden al cuento Dos indios, del libro Huerto cerrado (1968) Alfredo Bryce Echenique.

23 septiembre, 2011

Uno de tantos

Feliz aniversario, mi reina. Cuanto tiempo ya, ¿cuántos? ¿Ves sólo me falta por contar los minutos, te adoro, hermosa? Hazme los chiles en nogada, mi reina, te quedan tan bien. Te hablo de carrerita, me explico mi amor, ándele. Feliz aniversario, dame un beso. Otro más, Otro. Ah, no te había dicho después de comer tengo junta en la oficina. No le cuento más, gordita ¿para qué la atormento? y de regreso, paso a ver si algo se ofrece y voy adonde el Paco. Sí, mi amor, hoy hay dominó. ¿Te acuerdas, cielo? No, no, mi reina, si le falto al Paco me busco un rollo… Cuando llegue la celebro, mi reina, espéreme con el calzoncito rojo. Ah, ¿qué tiene? Si usted se me duerme, la despierto. Andele, mi vida, que ya me tengo que ir, yo siempre la celebro ¿ a poco no? Gordita, no se me ponga así, le prometo que una chela y ya ¿digame usted cuándo se me olvida esta fecha? Nunca, nunca mi amor...

22 septiembre, 2011

Malecón







DEspués del parquecillo, se abre a la vista el Malecón, con su muro que defiende de las ondas azules el ancho y elevado piso de cemento romano, por donde se entrecruza una satisfecha concurrencia, que aspira a plenos pulmones el aire iodado del mar, saludable y fresco (...)
Apóyase en el muro el público que curiosea a los que pasan y que a intervalos se entretienen en contemplar el rompimiento de las olas henchidas sobre las rocas puntiagudas, anegadas de irisada espuma efervescente.
Hace algunas tardes podía mirarse el sol cara a cara, mientras iba a hundirse el ocaso. Moría completamente rojo de vergüenza, porque toda la Habana lo había acusado de tirano, por el calor de agosto que se hizo reinar ese día del mes de febrero. Se envolvía el astro en un sudario escarlata.
 Enrique Hernández Miyares.  A la hora del crepúsculo. 1901

21 septiembre, 2011

Paz y guerra

En encantamiento perpetuo, con Gibrán Jalil Gibrán.

20 septiembre, 2011

La paz

Nada hay tan imprudente como perturbar con propios rencores-ya que hay infortunados que los tengan- la paz en pueblo ajeno.
       REvista Universal, México, septiembre 8 de 1876
                        José Martí

19 septiembre, 2011

Lengua larga


En Cuba, abundan los lengua larga. Referencia a quienes viven usando la lengua para abatir causas ajenas, para inmiscuirse en destinos que no le importan. Lengua larga es una enfermedad del ocio, digo yo.

18 septiembre, 2011

Cartas desde la Habana

Mi mejor amiga, desde la Habana, a una cuadra de donde crecimos, con tres trabajos, con hijos. Esto comentó sobre lo que escribí: Havanastation
Mi hermanita, si te digo que cuando leí tu comentario lloré como una boba, ¿me vas a creer? Me estoy poniendo vieja. También lloré cuando vi la película y creo que te lo comenté pero no te dije el título porque no pensé que la verías. En la película me vi y vi a mis hijos, éramos los del barrio pobre, claro. Yo, la que tenía una sola batica de salir que le había encargado mami a Cary para que me la bordara bien bonito como hacía ella. Me vi casi sin querer moverme con mi batica rosada para que no se ensuciara, porque era la única que mi mamá podía pagar. Recordé cómo otro año mami estuvo tejiendo toda la noche para que yo estrenara mis medias largas en mi fiesta. Medias que sólo alcancé a exhibir en las fotos, porque luego, corriendo en el casillo caí y las destrocé en las rodillas. Mami no me regañó, pero hasta hoy no se me olvida. Hay cosas que una no puede borrar de la memoria, pero cuando aquello todos éramos igualmente pobres, casi no había diferencias y nadie envidiaba a nadie. Se compartía más que ahora. Tu barrio, tu Cuba, la que extrañas todos los días, mi amiga, ha cambiado mucho.
Me encantó lo que escribiste. Y me encantó verme allí. Un beso.

16 septiembre, 2011

Silencio envuelve

Voz se enredó un murmullo en el tobillo y salió a recorrer el mundo.  Detrás de  Oreja,  lamiendo  un arete,  encontró a Susurro y lo poseyó. Eco, en un descuido le prometió la luna luna luna.  Una noche de lluvia, a punto de caer,  la levantó Grito. Fue amor a primera vista, desde entonces anda desnuda  y los humanos la procuran, miman con gemidos, su orgullo de traviesa enamorada.

14 septiembre, 2011

¡Viva México!















(...)no volvamos los ojos al campo de la guerra de donde no puede venir mas que la muerte; no miremos allá. Ancha tumba se construyen con su propia mano las maldades, y está abierta la fosa donde el espíritu popular lanza espantados a los que han querido enterrar en ella la conciencia de la nación, el decoro de la patria.
José Martí
En El Templo Expiatorio se proyectan estas imágenes, León, Guanajuato. Gotas de sangre le titulan a la proyección sobre la REvolución Méxicana.

Alfredo Bryce Echenique

Lisandro Otero, tiene un libro de memorias, un libro chismoso, hasta donde se puede: LLover sobre mojado: una reflexión personal sobre la historia Lo compré en el 1997, en edición de Letras Cubanas  y apenas lo he empezado a leer. Por eso de las ventanas entornadas, se asoma Alfredo Bryce Echenique

 y voy a dedicarle algunas entradas, no sé cuál será el orden ni la frecuencia, pero me encanta un hombre que sabe vivir y beber cada minuto creativo. Lo acusan de mil cosas, después de décadas en Europa, volvió al Perú y yo insisto en esa actitud libertaria del lector, puede confabularse y congratularse con quien le dé la gana. Leo de todo y de todos, a veces me habla alguien con un registro que yo soñé. Algo se escribe, se conectan las frecuencias, yo que sé. A Bryce Echenique arroba leerlo por su desenfado, enlaza historias como un buen tejedor, los hilos de su propia existencia le han permitido observar a la gente con ojo viejo,  algo definido por el mismo autor: "La dificultad de expresar sentimientos conduce a la ruptura del párrafo, que está muy ligada también a la narrativa oral"
Lisandro Otero lo recuerda así:
Su ingenua manera de narrar las disparatadas historias de sus irreverencias familiares y de su absurdo hermano, que pasó siete años en pijama decidido a no trabajar, nos mantuvo a todos en una constante hilaridad. Alfredo ingirió cantidades inmensurables de whisky, pero se mantuvo en perfecto equilibrio, y a las tres de la mañana nos invitó a continuar la tertulia en su casa. (...)
Desperté al mediodía, y Alfredo ya estaba en la cocina donde había preparado nuestro desayuno: dos botellas de cerveza. Esa tarde debía ofrecer una conferencia en la Universidad Paul Valery. Hice contacto con mi anfitriona, que estaba preocupada por mi ausencia del hotel. Alfredo no parecía inquietarse por nada de ello y me llevó a un bar donde fui presentado como Ministro de Cultura de un país latinoamericano, en viaje de incógnito por Montepellier. El cantinero, llamado Bernard, me trató con mucho respeto y no nos dejó pagar el suministro de whisky. Al atardecer volvimos a su apartamento, y mientras me aseaba escuché un gran estrépito de loza rota y vasos quebrados en la cocina. Alfredo se había desvanecido arrastrando consigo una mesa. Advertí que respiraba y me fui a mi conferencia.

Cuestión de la ignorancia isleña, me leí La Amigdalitis de Tarzán, en Cuba, no tenía ni idea de quién era Bryce Echenique. Tenía yo 21 años y reía poco, pero él posee una ironía, una agudeza, un humor tan peculiar, que varios aguaceros, confrontas, guaguas llenas, hambre y calor se suavizaron.  Agradecida y leal, ahora sigo riendo, lo compartiré.

11 septiembre, 2011

Balcones de la Habana

"Será por tu vivienda
hecha de ruinas
y de misterios..."
             Silvio Rodríguez
Nunca vi a la Habana en su esplendor, quizás por eso no sufro esos arrobamientos de la mayoría. Recuerdo ir por la Habana Vieja o Centro Habana, alguna vez por Miramar, Playa, Tarará y me quedaba prendada de los balcones, les inventaba mil historias y olfateaba porque reconozco en mí una nariz fabuladora.







 Mi casa está muy lejos de parecerse a una de esas mansiones de antaño, no heredamos nada y fueron mis abuelos quienes se beneficiaron con las expropiaciones. Cuando los visité por última vez, les estaba naciendo un árbol en el techo. Van a morir como vivieron, cerquita de la tierra con el milagro de la hierba trepándoles las paredes.



Aclaración:
La casa de mis abuelos, no aparece aquí. La casa de mis padres en Cuba, era un cuarto y un baño cuando nos la dieron. Agregados con mi abuela paterna, debimos "colarnos" en varias casas abandonadas. Mis padres, considerados, buscaban viviendas pequeñitas y me llevaban con ellos, supongo que para ablandar a la gente del Comité de Defensa Revolucionaria. Pero no nos tocaban hervidos, más bien hirvientes traían a una patrulla y yo me iba con mi abuela. A la medianoche, ibamos caminando hacia alguna de esas que mis padres, le habían echado el ojo, pequeñita y abandonada. Mi papá forzaba puertas o candados, nos colábamos. A la mañana siguiente, el Comité, y de nuevo a regresar, mi madre lloraba, recuerdo mucho eso, lloraba el resto del día. Cuando vivimos con mi abuela materna, lo intentamos una vez, recuerdo el techo altísimo, a la otra calle de mis abuelos. Y una rana enorme en el lavamanos pequeñito, que mi madre acaba de cambiar en este 2011. Esa vez fue como a las seis. El Comité era amigo, vecino, de tantos años, pero la Reforma Urbana y algún chivatón cayó por fin, recuerdo que ya estaba mi camita, al lado de la de mis padres, poquitas cosas, comíamos sentados en el borde del colchón. Pero empezaron a venir, yo recuerdo que a menudo, dice mi madre que dos o tres veces nada más y llegaba la patrulla, se llevaba a mi mamá. Mi padre en el trabajo y mi mamá a la Estación de Policía, por "colados". Historia larga de contar, pero hubo mucha lágrima en entre esas paredes chicas. Yo sabía que no era bueno, que no sería posible vivir "colada" en ese techito de mis papás.
Al final del camino, olvidada del color de los cielos rasos, sólo extraño las voces de la menuda familia que erigimos, esa no cambiará el contraste, ni desteñirá su pintura interior. Me preocupan los años pasando y los agujeros negros de la distancia, me preocupa cada arruga huérfana de ojos hijos o de ojos padres, cada recuerdo en soledad.

09 septiembre, 2011

Ilusoria


Nunca se miraba en el espejo. Temía aquellos ojos secos de marco arrugado. Para peinarse, tomaba la foto y la colocaba sobre sus piernas. Rompía los nudos del cabello y sonreía viéndose como en su cumpleaños veintidós.


06 septiembre, 2011

Lo que dura...dura

 de Daniel Chavarría. Premio Ciudad de Palma "Camilo José Cela" de novela en Castellano 2004.
Varios moldes se rompen en esta novela que alterna el tema del priapismo con la historia de cuatro amigos, crecidos en el Cerro. Los jinetes del Apocalipsis, según ellos y cierto, se procuran el infierno o el paraíso como es: decisión personal, aquí y ahora.
Bayo, blanco, delincuente y bisexual. Un olvidado de sí. Una visión rompe la imagen paterna y el hilo casi recto de su destino en la niñez,  se convierte en una serpiente sibilante. Olvida su origen aristocrático, desecha las comodidades de su casa y erige un altar a la calle, a quien se entrega bestial. 
Bebo, médico rural, disfruta las limitaciones de su servicio en Cuchuflí Arriba, en Santiago. Su batalla personal: le falta un pie, usa una prótesis que muerde en las distancias pero en las lomas, el priapismo se esconde como un susto. ¿Llegará a descubrir la viagra cubana? ¿el sustituto del olvidado PPG?
Mon, mulato de IQ elevado y genio del ajedrez. el menos agraciado físicamente, más bien feísimo, pero hábil para tratar a las mujeres, termina casado con una japonesa lujuriosa a quien le excita verlo brincar. Ella es coreógrafa y él trabaja en el Instituto Nacional de Investigaciones Biomédicas, su historia es gris en comparación con el resto de los personajes, pero adorna bien la escenografía porque en Cuba el grupo de amigos siempre se caracteriza por el contraste, nunca por el racero de lo idéntico.
Por fin, Nitro, el dueño real de esta novela. La enrolla, la enamora, nos la muestra y se la lleva por los recovecos del solar. Bailador de guaguancó y soprano de sus coros yorubas, es abakuá. Entra a la cárcel con honor, aunque parezca un sinsentido y al salir visualiza la Habana con los ojos que de lejos se ve:
"Y entonces comprendió su tristeza: aquel Maceo ecuestre permanecería inmutable al paso de los siglos; idéntico a como él lo viera hacía ya unos 33 años(...) Pero él era ahora 33 años más viejo(...) La Habana queda y yo me voy"
Varios personajes hacen armonías en las historias paralelas y ayudan a contrastar ambientes distintos como el guajiro, ocurrente y jovial: "Jacinto se declaró satisfecho y más allá del bien y del mal. A los 73 años, un miembro que siempre sirviera con tanta esplendidez a las guajiras y alrededores se merecía la jubilación".
O victoria Casanova, la mulata que se entrega en cuerpo y sin alma al "señor de los dientes de oro" "sabía también que su padre comunista nunca le aprobaría la hechura de un santo, ni sus desguarnecidos bolsillos podrán solventar la onerosa ceremonia"
Pensé reirme de un escritor uruguayo que trató de ver a Cuba por el espejo retrovisor. Pero, la vio de frente, la caló. El vocabulario, la esencia de la familia y la variedad de las raíces que la conforman. La amistad y los códigos ocultos del barrio y el solar, dos túneles diferentes. Los nuevos Yarinis, las distintas versiones de la prostitución. El negro y blanco de raza, pero no idénticos en su interior. Daniel Chavarría aprecia la multiplicidad y se atreve a describir la violación del macho, la disfunción erectil. Le quita al macho cubano su leyenda personal, esa erección eterna presumida en mil versiones, hay que cercenarla, es la única solución.
Me incomodó cerrar el libro de pronto, sentí un tajo al final. Quizás fue la intención, dejar algunos asuntos al lector y  conseguir el desagrado que algunas historias de la calle nos han legado en su violenta realidad.
Y tendrá que escoger cada lector su encarnación de paraíso o infierno al alcance de una vida, que no hay destino que dure...dure ...

03 septiembre, 2011

No hay lectura sin resonancia

Cada lectura me lleva por distintos puentes. Algunos se dirigen hacia otros libros. Los más, a experiencias personales. No hay lectura sin resonancia...
Sobre Sentimiento de culpa, de Vicente Leñero

En la cafetería El Péndulo se encuentran Mónica y Gerardo Mendívil. Ella ha escrito un análisis negativo sobre la novela del escritor en ciernes, impidiendo la edición. El informe se ha gestado entre la fiebre del hijo, el agotamiento y el café amargo. El desconoce que ella ha escrito: Un hombre que asesina a su mujer, así sea "instintivamente" no puede actuar como un muchacho atribulado por una moral católica estrechísima que en nuestros tiempos resulta inverosímil. Mendívil se declara su fan. y despotrica contra el responsable del informe: Dice que no sé escribir, que estoy en pañales, que no tengo la menor idea de como se cuenta una historia.
Ella guarda silencio. Recibe elogios en cascada y acepta llevarse la novela, leerla , otra vez. Y en esa segunda mirada el texto florece.  A horcajadas sobre una tabla se imagina ella reescribiéndola, salvadora de aquel espantajo con fondo pero sin forma.
El segundo encuentro en El Péndulo descubre la verdad. Gerardo Mendívil sabe, ya sabía desde aquella primera vez que ella redactó el informe condenatorio. "La verdad es que no ho he leído nunca un libro tuyo". Pero reconoce un acercamiento a la verdad. "ahora que ya se me enfrió el coraje, reconozco que todo lo que dices en tu informe es cierto".
Se disculpa, mientras Mónica intenta decirle sobre su segundo análisis, la segunda ojeada, otra interpretación. Su propuesta. Pero él se disculpa, le pide perdón desde la mirada sincera de sus ojos verdes. Y ella queda sola, con su culpa ahorcando al Ego. Ese que nos destierra a la isla de nuestra estéril petulancia.

01 septiembre, 2011

Charlene

Gracias a Charlene, de en tierra firme. Ella escribió algo que me conmovió. Leo a continuación, pensando en mis abuelos. Confiada en que la familia consigue cerrar el ciclo como una serpiente que se muerde la cola. Abuelos y nietos regalando fantasías y confidencias.

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