04 noviembre, 2012

Simuladores


De niño ya simulabas ser otro.
Tú no podías ser tú. Poema Reversibilidad de Virgilio Piñera
Me repugna leer “susurraban palabras en su oído” tanto como me hastía leer condiciones exageradas, manipulaciones burdas con apoyo del lenguaje. Golpes descritos, empujones del “alma” gente que lagrimea a la espera de la conmiseración internacional. Asqueroso es creerse poeta y apesta más quien gana dinero de maquillar las condiciones de un país.  Me tomo un “breve descanso muy cansado” mar por medio de ambas orillas. Recuerdo aquel tipo que se fue con nuestro dinero, aquel nombre a la cabeza de RAC (Representaciones Artísticas del Caribe A:C) y por quien me quedé dos años en México, declarada disidente. Recuerdo al personaje que dijo limpiaría con su lengua el busto de José Martí en el Consulado, si era necesario y usó la lengua sí, pero para los mismos fines que otros escriben desde lejos.  Conozco médicos excepcionales (como el cardiólogo de mi papá) que vienen, trabajan por convenios, regresan allá.  Con las limitaciones inimaginables, con poco dinero, con mucha bicicleta por pedalear. Cada quien busca su pedestal. Recordaba el otro día, un suegro que tuve en Cuba, fue secretario del MININT, un hombre de pocas palabras, recio, oriental. Cuidaba en las noches un laboratorio farmacéutico, sólo lo vi emocionado cuando se hablaba de la Revolución. Ninguno de sus hijos compartía su ideología, pero los tres trabajan en Cuba hoy. Embisten las huellas propias y el destino. Enfermó este hombre y le practicaron una colostomía, me quedé con él en el hospital. Aquella bolsa de heces se empezó a desbordar y no teníamos agua en las pilas, ni una gota, ni papel. Con las manos atascadas y un poquito del líquido que guardábamos para beber, me lavé las manos y lo abracé muda, en un intento por resarcir su dignidad. Esto fue en el año 1998 y no lo puedo olvidar. Hay mucha lacra que puede ahora volver a Cuba, poner su negocio, comprarse todo para presumir allá. Yo dudo del ánimo cambiante, del credo colgando de la chiringa. Respeto los bamboleos de la quilla, pero desconfío del mascarón de proa. Para mí valen más los que trabajan; los que no manipulan, aquellos dentro o fuera que saben dónde está su lugar.
 

 

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