05 junio, 2013

Ediciones Casa Bayona

En la casona vieja podíamos escuchar el trino de los pájaros, la murmuración de dos o tres cuya labor más importante era deshacerse en los chismorreteos cotidianos y el paso casi imperceptible de algunos que parecían evitar el calzado y levitaban a raticos en un intento por ocultar su endemoniada condición. Habían días gloriosos que nos visitaban escritores importantes o intelectuales españoles, argentinos o de otros países con intereses de investigación. También la comunidad de Santa María del Rosario entraba a la casona con los clamores domésticos de unos años muy difíciles, ¡aquellos noventas!
Algunos creían que el Centro Chacón y Calvo estaba ubicado en la casa donde originalmente nació el hispanista cubano, pero no. Era un lugar más pequeño cuidadosamente restaurado, vestido con atuendo del siglo XlX y con adornos que se fueron robando poco a poco, sin piedad. Para mí era un sueño traslaticio,  colocar mi carpeta sobre los escritorios de madera dura, sentarme sobre el siglo pasado, en sillas de espaldar infinito. Y también recuerdo cuando cambiaba un búcaro de lugar, para escribir sobre una mesa menos elegante, la anterior debió ser codiciada, al pie de una ventana. Los que tenían sueños de grandeza, procuraron escritorios dignos de sus sueños. Me apena ahora, saber de quienes todavía los rumian, fuera del país o adentro, flotando en su ególatra vanidad. Si yo contara...
Pero mis cuentos son otros y nunca se han depositado sobre el cráneo de nadie. Cada quien que cargue su daga o su pluma y en el ambiente intelectual créanme hay quien termina cortando su garganta y en el afán de lastimar al otro se ahogan con su propia lengua.
Algo que sobrevivió como memoria, después que el Centro se fue a pique son algunos textos recogidos en las Ediciones Casa Bayona, la talla del ilustre hispanista regresó para erguirse sobre rencillas personales y presupuestos culturales. Lo mejor es que las obras sobreviven a sus creadores y la presencia de los grandes ilumina cualquier aliento hipócrita y lo convierte en luz.
En México pude apreciar la intensa amistad que de mil formas se patentizó entre Alfonso Reyes y José María Chacón y Calvo, Alicia Reyes majestuosa, abrió las puertas de la Capilla Alfonsina para mí y sintiéndome minúscula y curiosa aprecié que la verdadera grandeza está en la humildad de espíritu, en un corazón entregado a la obra. Después de aquellos días tomé experiencias de vidas pasadas y con la mira en lo alto, para evitar perder los ojos en derredor, gané serenidad. Incluso cuando un compañero de trabajo hizo lo imposible porque me declararan disidente, a pesar de estar en tiempo y con todos los permisos. Gracias a él y a quienes añoraban el puesto yo miro este pasado con catalejo.
 



Lectura recomendada: De Salvador Bueno, de quien conservo muy gratos recuerdos y cuya labor abrió muchas puertas para que el Centro de Estudios Hispánicos fuera una realidad.

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